viernes, 29 de agosto de 2008

El bullying parece ser una transición hacia años más violentos aún
La agresión escolar bautizada como bullying
Esta situación se da con mayor incidencia entre los 12 y 15 años de edad
Por Antonio Martínez, en 22 de Mayo de 2008
Todos hemos sido testigos alguna vez de una situación de acoso, una situación que se suscita con frecuencia en la escuela. He podido notar en estos años que existe una relación directamente proporcional entre el número de alumnado y estas situaciones. Mientras más alumnos haya en un año escolar, hay más de estos casos y mientras más reducida sea la promoción, casi no existen estos casos. Quizá esto se deba a que es más fácil para los alumnos acosadores camuflarse entre tanto niño en las horas del recreo y poder llevar a cabo sus prácticas con total impunidad. También se puede apreciar el factor de distancia ya que en una promoción escolar en la que hay más de 100 alumnos es muy difícil que todos los alumnos se conozcan unos a otros y que se creen vínculos de amistad, compañerismo o aunque sea de respeto mínimo. Por el contrario, en los grupos reducidos, el acercamiento y la proximidad son más viables y probablemente todos lleguen a ser buenos amigos, como una pequeña célula social, casi una segunda familia.
El factor cultural también influye sobre manera en estos casos, dependiendo de la educación que los niños han recibido en casa acerca de la igualdad y el respeto entre las personas. Si hay un elemento disonante, seguramente creará desequilibrio en el interior del grupo, ni qué decir si hay más de uno de estos alumnos. El factor étnico-racial también puede llegar a convertirse en un fuerte componente dentro de estos casos. Los niños son capaces de recibir las señales que emiten los adultos respecto a la xenofobia o a los fenómenos migratorios. Por ejemplo, se instala un debate entre adultos acerca de la carga social que representan los inmigrantes a los Estados Unidos, se habla de los latinos que quitan puestos de trabajo a los ciudadanos originarios de ese país. El niño puede interpretar como que los latinos no son buenos y puede traducir esto en discriminación hacia un chico latino que esté en su misma escuela.
Imagen tomada de Flickr por Gladys
Últimamente, los casos de acoso en las escuelas se ha agravado tremendamente, las noticias y los programas de debates nos traen casi a diario más de un caso de estos acosos con distintas intensidades y matices.
Tal ha sido el avance del acoso en las escuelas que ya se ha designado un término para diferenciarlo del acoso común entre las personas. Al acoso dentro del ámbito escolar se le llama bullying, término derivado del vocablo inglés Bull que significa toro o matón. También se dice que bullying es el término equivalente al vocablo sueco Mobbing que se utiliza para definir al acoso. El hecho es que los psicólogos ya utilizan el término bullying con regularidad para circunscribirse a las esferas escolares en donde estos casos van en aumento.
En España ya se habla de un 2% de la población escolar que es víctima de este fenómeno constantemente y un 6% que lo vive esporádicamente. Algunas cifras son más apocalípticas y señalan que un 50% del alumnado es criticado o insultado en alguna ocasión. Pero estos casos no se dan sólo en España. Se reportan casos por todo el mundo. Hace poco murió una niña en Chile víctima del bullying. La situación parece empeorar día a día y se alimenta de la anuencia de los espectadores. En efecto, un hecho que se da con bastante frecuencia dentro del fenómeno bullying, es la pasividad de los espectadores de la escena que no hacen nada por impedirla. Muchos se retiran sin decir nada y otros incluso se detienen a observar las escenas de agresión con total parsimonia. Esto ha hecho que el bullying se vea reforzado como conducta y que haya “evolucionado a una segunda generación” en que los agresores se deleitan capturando en video sus violentas acciones. Como saben que tiene espectadores que en cierta manera disfrutan del hecho, se ven alentados a seguir con estas prácticas.
En mi experiencia personal me remonto a las épocas de escuela y creo detectar los albores del bullying tal como se presenta hoy en día. Eran mediados de los años 80’s y en mi escuela había un alumno que se caracterizaba por su vivacidad y sus ocurrencias. Un buen día se le ocurrió emprendérsela contra uno de los alumnos de nuestro mismo año y ponerle todo tipo de apodos, la situación se repitió a diario y parecía una fuente inagotable de ocurrencias. Pero el matiz era otro, en ninguna forma se le discriminaba del grupo a aquel muchacho, por el contrario, era un integrante de nuestro grupo y nunca hubo un atisbo de maldad, al menos consciente y premeditada. Con el paso a la secundaria, esta situación se desvaneció pero como éramos una promoción numerosa, nunca faltaban los apodos y las bromas –unas más pesadas que otras- pero siempre en buen plan. Aquella promoción terminó unida y los reencuentros de camaradería dan fe de ello. Ahora me pregunto ¿En qué momento se quebró la línea para que surja el bullying con estas escenas de violencia tan marcadas? Una respuesta la encuentro en la televisión, donde los contenidos de violencia extrema son bien marcados y bombardean a los niños a cada instante. Si comparo, mi generación creció con la serie El Equipo A o Los Magníficos, serie donde ninguna persona moría, pero las generaciones de ahora están creciendo con series más crudas como The Shield en los que asesinar es tan natural como comer. Sin duda, los mensajes son otros.
Imagen tomada de Flickr por paulita
Al parecer, el bullying tiene su espectro de influencia entre los niños de 12 a 15 años y a partir de los 16 desparece, pero deja secuelas tanto en el agredido como el agresor. Este último queda con tendencias criminales que resultan peligrosas para la sociedad. En cuanto al género, las estadísticas apuntan a que se da más entre los niños y la relación es de 5 niños por cada niña que es víctima de bullying. En todos los casos, la víctima presenta un perfil común, es tímido, inseguro y muy respetuoso mientras que el agresor también presenta problemas de inseguridad pero, a diferencia de la víctima, los exterioriza culpando a aquella.

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